miércoles, 27 de diciembre de 2017

I. V

Puede que no existan los lugares indicados para ciertos sucesos. Pero existen sucesos indicados para ciertos lugares. 
Sobre todo aquellos en donde todo es entre nuevo y desafiante, controlado y analizado todo el tiempo, difícil y distante; las miradas que sonrojan son bienvenidas. 
Porque lo cierto es que hay espacios que merecen un poco de amor. Una especie de bálsamo, una pequeña ilusión que los haga más soportables... aunque sea flotante, imperceptible, anónimo. 
Porque hay de quienes no sabemos nada: 
Ni su risa más fuerte; ni quiénes integran su familia, ni su comida preferida, ni siquiera la fecha de cumpleaños. No sabemos qué le hace feliz, ni cuantos amores pasados lleva en la mochila, ni qué sueña, ni dónde quiere viajar... ni si quiera cuantas cucharadas de azúcar le pone al café. 
Pero son quienes por momentos imaginamos todo. Porque sólo su cercanía genera una energía extraña. Sólo su conversación una inmensa sonrisa que va impune de vergüenza. Sus peleas una carcajada y su mirada curiosidad. 
Porque son a quienes queremos hacer reír, aunque no tengamos idea de cómo hacerlo. A quienes invitaríamos al Cine, sin saber si quiera sabe lo que es el séptimo arte. Iríamos a un recital; y hasta nos aguantaríamos una ópera entera.
Son a quienes queremos llegar y no sabemos cómo. Porque no hay mucho más que un amor que flota en el aire, que es anónimo, que ni siquiera es amor, y que tiene muchas chances de ser unilateral. 
Pero sin dudas existe quien nos hace cambiar de la monotonía a la risa fuerte en un minuto. 
Y quien tiene esa facultad de hacer reír, aún en los ambientes menos indicados, cuanto menos; se merece un pensamiento soñador.