viernes, 5 de octubre de 2018

Ser y no morir en el intento.

“Vos no te bancas ser quien sos”.  Y esa frase había sido el comienzo del fin; o el fin del comienzo.
Es que las cosas del querer tenían una ardua batalla con las del deber y otro tanto con las del poder.
Porque las relaciones con otro eran relaciones de poder. Porque la posibilidad de mostrar la verdad acarreaba la posibilidad de que aún así no fuera suficiente.
Porque el esfuerzo por agradar se había gastado las últimas energías como para decir la verdad, le pese a quien le pese.

Porque la mentira de la frontalidad hacía que dijera sólo la mitad de lo que en verdad quería decir. Sólo la mala mitad.
Y aquella frase giraba, se desmenuzaba, se ponía en palabras, se discutía pero nunca se materializaba. Y el silencio estaba llevando al vacío de a poco. Y del vacío a la nada.
Porque cada vez que intentaba “Bancarsela” como por arte de magia (o de sí mismo) encontraba en frente quien ayudaría en todo lo posible para que eso no sucediera.
Porque iba a buscar dónde sentir que quien era no sería suficiente. Porque no sólo tropezaba con la misma piedra, sino que, además, le intentaba ilusamente sacar jugo.  
Porque se armaba trampas en las que querer agradar era más fácil que decir la verdad. Porque el deseo quedaba como encuadrado en una partitura de la que no podía salirse. Porque cualquier otra nota que deseara tocar, sonaría mal.
Porque en algún lugar de su deseo quería ser como quería, pero siempre encontraba o armaba a su modo inconsciente los escenarios perfectos para que eso no pasara. Porque siempre chocaba con paredes duras, y frías que hacían que su deseo quedara guardado detrás de esas acciones y palabras que sólo buscaban agradar.
Por había tenido intentos, pero tenía poca tolerancia al fracaso. Porque la lucha dentro de sí era demasiado ardua, e intentaba disfrazarla de lucha contra los demás.
Porque tal vez no se bancaba quien era realmente. Porque de esa manera buscaba ser quien querían los demás, en un esfuerzo para no sentirse tan solo.