miércoles, 20 de abril de 2016

Lecciones para amar

Todavía recuerda la frase; “We're not broken just bent. And we can learn to love again” que repetía y tenía anotada por todos lados.
No estamos rotos, sólo doblados. Podemos aprender a amar de nuevo.
Como si aprender a amar fuera algo fácil, algo palpable. Como si fueran una serie de lecciones para poder remontar lo irremontable. Como si todos quisieran asistir a esas clases.
Porque donde uno no quiere; dos no pueden.
Y porque se ve que no había más tiempo para lecciones. Porque habían sido demasiado recuperatorios. O no. Pero nunca se pusieron de acuerdo. Nunca más.
Porque cuando uno dijo “Tal Vez no”, el otro dijo “tenés razón; no”. Y porque cuando uno se arrepintió el otro dijo que no ya no había tiempo.
Porque a veces no se puede  aprender a amar de nuevo. A veces se aprende una sola vez. A veces no se aprende nunca. O a veces se aprende para siempre.
Cuánta Utopía había en aquella frase. Era como un ruego. Pero se piensa utópica porque no se dio. Porque no aprendieron. Porque abandonaron la escuela. No se sabe quién primero; si el que tiró la piedra. O el que escondió la mano.
Y todavía canta esa frase y siente que sigue siendo un ruego. Y si alguna vez quisieran retomar y terminar los estudios?.
Y todavía siente que podían dar más. No un diez, pero un aprobado seguro. Todavía siente. Y no entiende. Y no puede entender por qué viendo esa frase volteó la mirada.
No entiende, y lo siente. No entiende por qué justo ellos no pudieron aprender a amarse. Porque se sabían doblados, pero alguno de los dos decidió quebrar. Y ni si quiera saben quién se quedó juntando las mitades y tratando de volver a unirlas. Probablemente ninguno de los dos. Uno se quedó contemplando los pedazos. El otro sólo juntó su mitad y se fue.
Probablemente nunca más vuelvan a verse. Probablemente intenten aprender a amar de nuevo. O no. Tal vez la próxima no necesiten de lecciones. Probablemente un día sean sabios, aprobados y sobresalientes sin tanto que estudiar. Probablemente alguna vez no haya mitades y sean uno solo. Porque seguramente algún día donde dos quieran; dos puedan.


viernes, 8 de abril de 2016

La lluvia nunca vuelve hacia arriba.

Y un día, después de una tormenta, tanta lluvia, tanta garúa… tanto gris,  un día se asoma el sol. O por lo menos aparece una resolana. De a poco todo aquello que estaba mojado se empieza a secar. El viento empieza a soplar. Tranquilo; menos agresivo. Más aire.
Y ese día lo volvés a intentar. Un día volvés a probar salir sin paraguas. Así, sin nada. Con la incertidumbre de que te podés empapar de nuevo… o con la esperanza de que los primeros soles iluminen más ese cielo celeste.
Y si pasa eso, sabés que todo ya pasó; y que se caiga el mundo de nuevo porque te encuentra preparada.
Pero si vuelve a empezar a gotear; maldecís al mundo por haberte arriesgado de nuevo. Por haber salido sin siquiera una capucha. Y por mostrarte y encontrarte vulnerable una vez más.
Y duele. Y enoja;  pero estás bailando debajo de la lluvia otra vez y sintiéndola. Qué más podés hacer. A lo sumo encontrar algún techo, quedarte quieta y esperar a que pase. Y ni siquiera sabés lo que te va a llevar de tiempo. Pero qué más da.

Porque después de verte otra vez completamente empapada. Y de secarte la cara que no para de chorrear; descubrís algo.
Estás sintiendo una nueva tormenta. La nostalgia de la anterior quedó rancia. Podés sentir de nuevo; hay otras nubes, otros rayos, volvés a tener miedo…
Cuánto hacía que te habías quedado limpiando la mugre de la tormenta anterior? Y estás limpiando otra vez, juntando otros pedazos, esperando otro sol, o mientras disfrutando de otra lluvia.
Porque a veces es suficiente con que empieces a sentir de nuevo. Aunque lo que sientas no sean los rayos del sol sobre la cara. Hasta no hace mucho no sentías nada porque ni si quiera salías de la guarida.

Y nadie sabe si esta vez es la vez, y todo lo que un día ocurrió se termina, y casi siempre todos quieren correr y la lluvia nunca vuelve hacia arriba. 
Dicen que no existen dos copos de nieve iguales. Probablemente tampoco dos  lluvias idénticas, ni dos tormentas que te expongan y te dejen en el mismo lugar. Ni tampoco dos personas iguales atravesadas por dos tormentas diferentes.