viernes, 31 de marzo de 2017

Amor a la Mexicana


Amor. Love. Amour. Amare. Aşk. 
El idioma que sea, y en la parte del mundo que sea. Suena a mariposas en la panza. A historias con final feliz. A postales románticas. A besos y a risas. 
Amor. Love. Amour. Amare. Aşk. 
El idioma que sea, y en la parte del mundo que sea. Suena a difícil a complejo, a esquivo a doloroso. A lágrimas y uñas comidas.  Es que parece que el mundo se divide entre quienes lo viven y quienes lo padecen. 
Es que quienes se llevan la mejor parte de la historia, son quienes inspiran películas con finales olvidables. 
Y quienes pertenecen al segundo dan vida a canciones que todos tararearon alguna vez. Es que estamos más a acostumbrados a sufrirlo que a disfrutarlo. 
Porque en cualquier parte del planeta se encuentra quien lo padeció, quien le teme, quien le huye, quien se rehúsa y quien se protege. 
En cualquier cultura y país, o fragmento del globo terráqueo existe quien tiene recelo de que sea gratis. 
Algunos han sido programados para pensar más que sentir. Viviendo el amor trabajando, sufriendo, ganándolo. 
Y cuando aparece aquel que no pide demasiado a cambio, que llega como un regalo, que hace sentir a alguien importante; existe esa tremenda costumbre de creer que no se merece. 
¿En qué lugar el camino se desvió al punto de pensar el amor en torno a merecimiento y libertad de culpas? 

En qué momento se olvidaron de las mariposas en la panza, del desinterés de querer a alguien, de desearle lo mejor, de querer tenerlo cerca, de proyectar y sobre todo de sonreír. 
Porque esas historias también son verdaderas. Existe quien aparece a cuidar, a querer, a querer quedarse, a amar sin complicaciones y con atención, con decisión, sin dubitativos.  Sin importar la diferencia de edad, ni de lenguaje, ni de posición económica. 
Porque al final de cuentas y mirando un poco alrededor, esos amores no son sólo de película de final olvidable, son palpables, son verdaderos, y se pueden ver en cualquier parte del mundo. Porque hay quienes tienen la dicha de vivir esa magia de encontrarse. 
Lástima es que también exista el miedo de volverse vulnerable. Pero de eso se trata no?  Y Ay güey! Que sea lo que pinche tenga que ser. 
A la vida no vinimos a tomar carrera. 

domingo, 5 de marzo de 2017

No pasaba nada pero un circo vi

No le gustaban los circos.
Le daban tristeza. No entendía bien por qué, pero sabía que era un sitio que le daba angustia; una especie de desconfianza que dolía.
Y en los momentos de más introspección pensaba que los circos eran un montón de caras cual caretas. Donde lo real no es real. Donde los magos tienen trucos, indescifrables pero cuestionables. Donde los payasos dibujan una sonrisa exagerada que probablemente no tengan. Donde un domador se aprovecha del más débil y de la desigualdad de condiciones.
Y al final de cuentas los circos no eran más que un reflejo de la vida misma metida en una carpa con banderines de colores.

Porque en la vida real, muchos son los que  tienen una sonrisa pintada y hacen reír a los demás y son aplaudidos por su ingenio…. Pero en el fondo lloran y son un manojo de tristeza. Porque se oculta en el maquillaje. Y al finalizar la función; más allá de las risas; no es más que un payaso. Nadie recuerda siquiera su nombre.
Porque en la vida real hay gente que miente, que inventa trucos, que vende poderes sobrenaturales, que pinta pajaritos de colores. Y no es más que una artimaña que intenta convencer; anonadar y dejar pensando a quien la ve y que se hace llamar magia. Como tantas otras cosas que llamamos magia y no son más que una habilidad de mostrar una realidad que no es.
Porque en la vida común y silvestre de cualquiera, puede que haya un domador, que nos mantiene cautivos, que nos hace hacer “nuestra gracia” a la fuerza porque sabe que no podemos huir. Algo así como nuestra piel.
Porque la vida es como un circo pero más grande, que a veces es divertida y con banderines de colores, y otras veces es sólo una puesta en escena donde todos jugamos a ser un papel que no somos, y que descubrimos al sacarnos los trajes bonitos y el maquillaje.

Ahora entiendo por qué no le gustaban los circos. Y honestamente, a mí tampoco me gustan.