martes, 8 de marzo de 2022

8 de Marzo.

Todos los años pasaba lo mismo. Era incómodo. No disfrutaba del “Feliz Día”. Este día servía para recordar que, honestamente no disfrutaba su vida plena siendo mujer.

Gana menos que un hombre aún en el mismo puesto. Pero si lo plantea o se queja, es una Loca. Y sabe que en el nivel de participación en toma de decisiones o espacios de poder es considerablemente menor que un hombre, pero decirlo sería de Resentida.

Teme por su vida cuando vuelve a casa, sea de día o de noche, pero seguro es de Exagerada.

Y si la violan capaz dicen que fue consensuado y que de repente “se arrepintió”, pero además que seguro es Puta, por cómo iba vestida o porque no dijo que no de entrada.

Es difícil disfrutar de “Feliz Día” de hoy.
Disfrutaría de que los varones entiendan que No es No (no importa en qué momento se dijo). Que su vida no está entre los derechos masculinos. Que no pueden arrebatársela porque quieren. Que no exagera, ni es loca, ni feminazi, ni siquiera puta si vive su vida aún sin todos los privilegios que ellos gozan por el simple hecho de ser hombres.

Porque todo lo que hacen los varones, lo hacen porque pueden. Y este día sólo desea que No Puedan más.

 

martes, 15 de febrero de 2022

Ser y bancársela

-Fumás? Le preguntó él.

- No. Capaz en algunas ocasiones, contestó ella.

Mentía.
Como mentía cuando decía que estaba "todo bien", cada vez que él cancelaba.
Mentía porque quería agradar.
Porque no tenía idea de cómo era hacerlo diferente. Porque no recordaba cuándo lo había hecho diferente.
Porque se jactaba de que ella ya no mentía, de que iba por la vida diciendo lo que le parecía. Y eso en parte era verdad. Porque de forma consciente decidía no mentir.
Pero cuando quedaba encerrada en su propia psiquis, y en la propia historia que ella misma se armaba: suavizaba, entendía, aceptaba, sonreía, y sobre todo: se esforzaba. Mentía.
El esfuerzo era parte fundamental en su vida, y pocas veces dejaba de hacerlo. Se esforzaba por funcionar, por agradar, por encajar, por gustar. Porque ya había demasiadas derrotas en la espalda; y demasiados no en el haber.
Aún así se discutía a sí misma el no apostar.
Porque la apuesta más grande, era dejar de mentir (y no en esas mentiras que decía); dejar de mentir mostrándose de una manera que no era, y que en general padecía.
La apuesta más grande era ser quien es, sin pensar. Ser fiel a lo que era, sin importar las consecuencias. Involucrarse lo suficiente para dar algo en pos de la construcción, o en todo caso; entender que puede aún así no funcionar.
La apuesta más grande era abrirse y arriesgar, y exponer la verdad. Porque la excusa hasta el momento era que si algo no agradaba en el fondo; tampoco era cierto.
El all in era mostrarse como era. Ser y bancársela.

martes, 1 de febrero de 2022

Mi soledad, yo y la pandemia

La opresión no era en el pecho; sino en la cabeza. Era como una resaca sin alcohol. Como un estado de quietud. Como domingo de verano en la cama, en cámara lenta, que se repetía sin parar.

Las horas pasaban iguales unas de otras, sin cambio, ni evolución. Con una especie de esperanza recetada que indicaba que en algún momento todo debería estar mejor.

La espera era desesperada. La ansiedad de volvía más ansiosa; los síntomas más dolorosos y la angustia empezaba a encontrar lugar.

¿Quién más si no era ella? En una habitación completamente vacía, con agenda libre y pocos momentos de lucidez. 

Algunos fármacos al alcance, un vaso aséptico de agua, y una significativa pila de pañuelos que se llevaban un poco de tristeza, y algo de enfermedad.

En China era Año Nuevo y aquí se sentía como que el mundo se iba a acabar, si de la cabeza no salían todas esas bombas que no cesaban de explotar.

Abrazaba a la angustia junto a la almohada, con la esperanza de que tocar fondo haría empezar a mejorar.

martes, 14 de diciembre de 2021

Lluvia de diciembre

Llovía. El día estaba gris y el alma acompañaba la ambientación lúgubre. Se acercaba la noche con la necesidad de encontrar el mejor drama en la tv para justificar los ojos brillosos de lágrimas por derramar.

El tic tac del reloj se hacía cada vez mas denso y el paso del tiempo pesaba en los últimos días del año, como si el mundo se fuera a acabar.

Como decía Cerati poniendo canciones tristes para sentirse mejor, sin entender de qué se trataba ese nudo en la garganta. La lluvia, el día gris, o esa sensación que no llena ningún pensamiento positivo.

La sensación de que había algo en ese día gris que oprimía. Los recuerdos lejanos y desteñidos de alguna vez un diciembre que fue feliz. O le sensación de incompletud que nada podría llenar. Un gusto amargo, una mirada apagada, un relato triste y hasta una sensación de soledad. 

lluvia de diciembre

Un poco de melancolía, y un par de cachetazos de realidad que hacían dudar, y esa manía de mirar el vaso medio vacío, recordar a quien ya no está o vivir la vida con gusto a que falta algo más, sin saber precisamente qué es.

Y tal vez la lluvia suplantaba esas lágrimas tímidas que casi no encontraban explicación ni justificación y hasta parecían pretensiosas. Y tal vez la lluvia mostraba esa realidad que los días de sol es una picardía recordar o mostrar. 

Y tal vez cada día de lluvia de diciembre sea así de melancólico, desde aquel diciembre de felicidad. 

lunes, 30 de agosto de 2021

Sólo cuentos tristes

Había algo del orden de lo no propio cuando se trataba de felicidad. Había algo de lo no dicho, un lenguaje huidizo, complejo, y muchísimo más esquivo que el de la tristeza y la soledad.

Había un cúmulo de palabras que no llegaban a aparecer, y una tanda de metáforas que se volvían innecesarias cuando se trataba de bienestar.

Había una imposibilidad de conectar. Un diccionario bastante acotado cuando se trataba de posibilidad.

Había tal vez una especie de regocijo bastante neurótico en aquello que emanaba al hablar del sufrimiento, y de todo lo que NO podía ser.

Había una fila de “Lo siento”, una pila de “me duele” y varios “no puedo” apolillándose en un rincón. Ya se habían llenado de polvo algunas lágrimas y los pañuelos empezaban a esperar sentados su aparición.

Había letras que no formaban palabras y palabras que no formaban párrafos cuando no era protagonista el dolor.

Había un montón de recursos olvidados en el baúl de los recuerdos cuando se trataba finalmente, de las cosas del querer.

martes, 19 de febrero de 2019

Flores de plástico


Lindas. Tan visiblemente reales. Tan distantes y tan perfectas. Sin espinas ni hojas secas. Tan funcionales y dispuestas a alegrar cualquier hogar.
Aquellas flores tan coquetas por momentos, tan vitales y simpáticas, y tan llenas de nada a la vez.
Tan coloridas, y poco alegres. Tan delicadas y tan rígidas. Tan difíciles de quebrar, pero tan fáciles de desechar.
Flores de plástico pero que parecen de verdad. Que emulan a veces la realidad; esa que ni siquiera pueden transitar.
La mentira tan cotidiana de lo artificial: como maniquíes de vidriera con ropa en la que todos quieren entrar; sonrisas de Payaso que rara vez es real; filtros de belleza de Instagram:  engaño consensuado pero eficaz.
Flores de plástico tan bellas, pero tan difíciles de tocar. Tan vacías de esencia, tan difíciles de amar. Tan detenidas en el tiempo. Tan presas de esa belleza que sólo les sirve a los demás.  Tan valoradas por su implacable manera de estar.
Flor de mentira la que nos lleva a estar inmaculados pero vacíos, tan coloridos y tan llenos de gris.  Tan simpáticos y tan apagados en relación a los demás. Tan estancados en un momento de nuestra evolución. Tan perfectos e irreales. Estáticos, herméticos pero con sensación de felicidad.
Flores de plástico como metáforas de la actualidad. Como aquello que, aunque muerto por dentro, ahí estará para ocupar un lugar, para adornar, aunque nunca plenamente, se pueda disfrutar.


jueves, 13 de diciembre de 2018

#MiraComoNosPonemos


Yo vivía en un Pueblo. Bueno; una ciudad de 15 mil habitantes. Adolescente, físicamente pequeña, deportista y chica diez del colegio. Tenía seguramente 16 años y mis papás aún no me dejaban mucho salir.
Una de esas pocas veces que me dejaron salir, y yo aún ni tomaba alcohol, iba caminando por el boliche, sola tranquila, hasta que una bestia enorme me agarró.
Era de esos "populares", todos sabíamos quién era aunque no teníamos relación. Era de la noche, de los amigos del poder, un flaco (si así puede llamársele, porque pesaba tres veces yo y media más o menos ese mismo porcentaje),  que si para mí era desagradable, ese día lo creí aún más.
Este flaco en medio de la noche me agarró del brazo cuando yo iba caminando buscando a mis amigas.
Me sujetó a la vista de todos, y amparado por la oscuridad de un boliche, y sin mediar palabra, ni mirada, ni nada, me forzó con un beso y me pasó la mano por todos lados.
Era realmente enorme para mí, y me tomó por sorpresa, y no pude hacer nada. Y lo cuento como si YO tuviera que justificarme.
Me solté inmediatamente forcejeando y seguí caminando.
Huí despavorida. Asustada. Creí que me había cruzado con un "pelotudo". Que era un idiota desubicado.

Me fui en modo automático, paralizada... y me sentí yo más sucia que él. Sentía asco, sentía que tenía que lavarme la boca, bañarme por si me quedaba algún vestigio de su contacto. 
No se lo conté a nadie. 
Volví a casa como si nada con el recuerdo de un "mal momento", que no sumaba a nadie que yo relatase. Decidí no darle trascendencia. O hice lo que puede...
Cuando tiempo después...años después, una chica se animó a denunciarlo por violación dentro de otro boliche, no dudé en creerle a la víctima. No la conocía, pero esa chica seguramente la había pasado mal. No había tenido la misma suerte que yo. No sólo la había agarrado, manoseado y besado como a mí, sino que a ella no la había soltado. No pudo huir despavorida. Y le creí. Y como al pasar conté que no me extrañaba de ese flaco...cuando yo recordaba qué había pasado conmigo. 
Pero hoy; después de un recorrido, un conocimiento, y mi vida involucrada en la lucha por las mujeres, su cuerpo y su decisión sobre él, me di cuenta de algo: Este flaco con el que yo tuve la mala suerte de cruzarme; no era sólo un "pelotudo". No era sólo un desubicado. Era un abusador y un violador. Y eso que me pasó a mí era abuso.
Hoy tengo las categorías y la conciencia para pensarlo así: No sólo me cruce con un "pelotudo" del que me hubiese querido olvidar. Me crucé con un tipo que me llevaba más de diez años, que era un ABUSADOR. Y a mí ya no me importa si yo era menor de edad, a los 20 me hubiera dado a mí el mismo asco, aunque la pena para él hubiera sido diferente...cuestiones legales....
Hoy entendí que normalizábamos a esos "pelotudos" y los tratábamos de "mal momento", cuando no teníamos herramientas.
Hoy entendí que alguien fue abusador conmigo.  Que no es normal, ni debería normalizarse que te toquen el culo, te besen sin permiso, te manoseen, o te odien si decís que NO a la hora de tener sexo. Hoy lo veo.
Las generaciones venideras no naturalizarán a estos que nosotros llamábamos "pelotudos".
Nuestras hermanitas, hijas, sobrinas y nietas, van a defender su individualidad...porque estamos generando algo grande. Porque alzamos la voz diciendo NO.
Porque nos damos cuenta que violentar nuestro cuerpo, que violentarnos a nosotras está mal.
Que nosotras decidimos quien se acerca a él, quien lo usa como objeto de deseo, quien nos toca, nos besa, nos abraza y quien nos dice que es lindo.
No estos "pelotudos".
Porque alzamos la voz.
Porque nos hacemos cargo de que permitimos el silencio. Que nos dio miedo. Que no pudimos más que minimizarlo.
Pero que basta.
Porque sí, nosotras somos las nietas de las brujas que no pudieron quemar. E imagínense lo que serán las bisnietas.
Téngannos miedo, ese mismo que yo esa noche le tuve a ese "pelotudo" cuando pensé que no me iba a dejar ir.
  
#NoEsNo
#MiraComoNosPonemos
#SeVaACaer 💚