martes, 15 de febrero de 2022

Ser y bancársela

-Fumás? Le preguntó él.

- No. Capaz en algunas ocasiones, contestó ella.

Mentía.
Como mentía cuando decía que estaba "todo bien", cada vez que él cancelaba.
Mentía porque quería agradar.
Porque no tenía idea de cómo era hacerlo diferente. Porque no recordaba cuándo lo había hecho diferente.
Porque se jactaba de que ella ya no mentía, de que iba por la vida diciendo lo que le parecía. Y eso en parte era verdad. Porque de forma consciente decidía no mentir.
Pero cuando quedaba encerrada en su propia psiquis, y en la propia historia que ella misma se armaba: suavizaba, entendía, aceptaba, sonreía, y sobre todo: se esforzaba. Mentía.
El esfuerzo era parte fundamental en su vida, y pocas veces dejaba de hacerlo. Se esforzaba por funcionar, por agradar, por encajar, por gustar. Porque ya había demasiadas derrotas en la espalda; y demasiados no en el haber.
Aún así se discutía a sí misma el no apostar.
Porque la apuesta más grande, era dejar de mentir (y no en esas mentiras que decía); dejar de mentir mostrándose de una manera que no era, y que en general padecía.
La apuesta más grande era ser quien es, sin pensar. Ser fiel a lo que era, sin importar las consecuencias. Involucrarse lo suficiente para dar algo en pos de la construcción, o en todo caso; entender que puede aún así no funcionar.
La apuesta más grande era abrirse y arriesgar, y exponer la verdad. Porque la excusa hasta el momento era que si algo no agradaba en el fondo; tampoco era cierto.
El all in era mostrarse como era. Ser y bancársela.

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