martes, 6 de julio de 2010

No me digas que no


El miedo paraliza. No deja ser. Abandona a quedar a merced de uno mismo. El miedo subyace los no.
Fomenta la soledad, la encapsulación. Por miedo no me mires, porque bajaré la mirada. No te intereses porque no sé qué diré. No te acerques, porque creeré que te alejarás pronto. No me ilusiones porque pensaré que ya vendrá el dolor. No me agarres, porque me soltaré lo antes posible. No me mientas, porque me harás sufrir, no me conozcas, porque seguro no te voy a gustar. No me preguntes si te tengo miedo porque te diré que sí.
El miedo aísla, encapsula, aleja y no permite ser. Por miedo nos abrazamos a la soledad, que es tierra firme en un mar de incertidumbre y promesas arriesgadas.

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