viernes, 13 de agosto de 2010

Paisaje de Adoquines

Caminar mirando los pies. Es estudiar los pasos que se dan, es huir de lo que no es lo inmediato y lo que pasa ahí. Es dirigirle al devenir una mirada como “de refilón”. Es evitar el encuentro de otra mirada, es esconderse un poco. Es proteger una mirada y todo lo que ella tiene por decir. Es escapar a en cada uno de esos pasos, refugiarse y sentirse en sí mismo. Un poco retrotraerse y volverse más pequeño.
Es contar una y otra vez una acción de avanzar, sin tener demasiada precaución hacia donde. Es hacerse una especie de caballo con los ojos vendados que sólo va hacia adelante sin reparar en los laterales. Es observar detenidamente lo que está por debajo de nuestros pies, más que lo que está por la línea de la mirada y arriba de la cabeza.
Es una manía rara, una excepción, una forma de evadir, una demostración de inhibición. Es caminar mirando para abajo. Es muy particular. Al bajar los ojos le quito al que me mira, un poco la posibilidad de descubrirme
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lunes, 2 de agosto de 2010

Divinas tentaciones

Me pierde, me puede. Me gusta. Me busca. Y correspondo. No sé por qué. No entiendo. Coincidencias que no lo son. Telepatía que sí lo es. Conexión. Química. No sé. Extraños.
Salvajelandia me brinda asilo y me sirve hasta que me mirás a los ojos. Hasta que levante la mirada algún día y te vea de verdad. Y el mundo se paralice. Existe seguramente un momento y un lugar que hará que el tiempo se detenga y yo me escape esta vez a través de tu mirada. No tengo idea de qué color serán esos ojos. Ni tampoco hacía donde estarán mirando. Tal vez hacia mí. Tal vez a ninguna parte. Pero tal vez se junten con los míos fusionando colores. Y tal vez por un segundo se detengan solamente en lo que los míos devuelven, y recién ahí, me sienta especial.