lunes, 28 de marzo de 2016

Extraña a Ablus



Y cuando ya no quedaban más lagrimas que derramar, y cuando parecía que no quería lastimarse más, alguien apareció. Cayó como un paracaídas. No lo esperaba; pero ahí estaba: “Vamos al Cine Mañana?” Y la verdad es que un martes; no tenía demasiado que hacer. Y hacía rato ya que no tenía ese tipo de salidas.
Y dijo que sí. Con él había forjado una relación de amistad, buena onda, de mates a la tarde, mensajes cada tanto.
Fueron al cine en la salida más inocente que uno puede creer. De hecho, hasta se levantó en medio de la función para ir al baño. Se despidieron con un beso en la mejilla, apurado.
El primer beso fue como dos semanas después; y después de tres horas y varias cervezas. Y de ahí,  no se separamos más.
De novios a los meses… le presentó a su flia en muchos meses más. Y lento, pero avanzaban. Por primera vez era lo que necesitaba. La seguridad de que no la iban a dejar. La alegría de volver a sentise querida; querible.  Él era lindo, inteligente, y la hacía reír. A carcajadas.  Y se enamoró profundamente. Como nunca había amado antes.

Pero él no amó al principio, después sí… aunque nunca estuvo muy segura de ello. El fantasma de su ex, y los pocos proyectos que él parecía tener, eran lo que siempre dejaba en alerta.
Cuatro años, y por ella podían estar para siempre; sentía que con él quería terminar. Lo había encontrado. Él la amaba, y ella lo amaba a él. Pero  un día entendieron que con el amor no alcanza. Y necesitaban crecer. Más compromiso de su parte.
Y un día no sabe ni cómo se lo dijo. No entiende ni para qué habló, si en el fondo sabía cuál era la respuesta: NO.
Y así fue. Hasta su despedida fue hermosa. Abrazados. Le dijo que la amaba y que no compartía su decisión de terminar. Pero que la entendía. Él no podía dar un paso más.
Y sólo Dios sabe lo que sufrió. Se le rompió el alma. Literal. No comía. Ni dormía, ni se bañaba. Solo creo que respiraba. Se culpó. Se odió. Se preguntó una y mil veces, para qué? Por qué no se calló? Y le costó más de dos años y miles de intentos  más o menos reponerse. Por qué más o menos?
Porque siente que una parte de sí misma se fue con él al otro extremo del país. Porque lo amó con sinceridad. Porque reconoció los errores, porque aprendió, pero no tuvo a quién más demostrárselo.
No volvió a reírse así con nadie. No volvió a desear así a nadie. No logró sacarlo de su corazón. Nadie puede ocupar su lugar. Y el problema es siempre el mismo: no son él.
Y si bien en todas las veces que había pasado esta situación el tiempo es lo que ayudó. Parecía que con él, no había tiempo que valga. Porque lo cierto es que en el fondo, cada vez que llora, o que intenta y no funciona, llora más por lo que no funcionó con él, que por el motivo que elige decir.
Gringo; no lo intentaste. Ella dijo “mejor terminemos” y vos dijiste “Sí”. Y no sabe qué fue de tu vida. Ni dónde, ni con quien estás. Ni si te costó superarlo, si extrañaste, si la comparaste con alguien más. Si alguna vez en su cumpleaños pensaste en ella.
Y ella sigue extrañando a ese rubio de ojos lindos. Extraña a Ablus; que era como la llamabas; extraña armar palabras con las patentes de los autos; extraña bailar Footlose como locos; extraña los Tererés; la mandioca; las Cataratas. Todavía siente en carne viva todo lo que no fue.  Todavía nadie la volvió a hacer reír así. Y no puede entender cómo diste media vuelta y arrancaste a caminar dándole la espalda.
Pero no es algo que pueda responder. Hace más de dos años que no puede responder. Y lo único que quiere es que de una vez pase. Que alguna vez pueda decir que fue la mejor decisión y que encontró a alguien que la amó como merecía. Todavía no pasó. Y siempre se pregunta si no eras vos el que la merecía y ella no se dio cuenta.









miércoles, 16 de marzo de 2016

Los infieles

Esteban y Héctor se merecen un post compartido. Porque fueron parte de un mismo síntoma. Mientras seguía sufriendo por Lázaro, por sí misma, por sus viejos, por todo; iba por la vida buscando quien la quiera, o quien no la quiera, y reconfirmara las sospechas; “no sos lo suficientemente buena”.
Los dos tenían novia. No dudaba que les gustaba. Pero ninguno de los dos iba a arriesgar lo que tenía.
Los esperó un tiempo. Los quiso, le gustaban. Pero en ese momento algo de cariño se tenía; así que se plantó con ambos. A ambos les abrió el corazón; les dijo que los quería, que lo intentaría por ellos; pero que merecía a alguien que la quisiera sólo a ella.
Y obviamente ambos contestaron que merecía eso; pero no era algo que ellos pudieran dar. Con Esteban sufrió más. Había sido honesta. Lo había intentado, y la había dejado ir.
Los dos siguen hoy con sus parejas de aquel momento (no se separan más).  Los dos siguieron buscándola por ahí. Esteban se arrepiente hasta hoy.  Pero sus mochilas eran de él. Giró y comenzó a caminar dándoles la espalda.
Y hoy a la distancia sabe que no hubiera confiado en ellos nunca. Que esas historias que arrancan así…tienen fecha de vencimiento.
Y que en cualquiera de las dos despedidas, si bien había tristeza, había orgullo. El creer que se merecía algo más que las cobras de otro, le hacía paliar el dolor. Y hoy siente que: Clap Clap. Hiciste lo correcto.
Algunos círculos viciosos empezaban a cerrarse. Ese de buscar siempre al equivocado para que confirme que no la podía querer; Y Obvio!! Si ya estaban queriendo a otra (a su manera, pero las querían). Darse cuenta de eso, la hizo sentir menos mal. No la habían elegido, es verdad; pero ella competía en desventaja. Y lo resumía con una frase “no era el momento de ninguno de los dos”. 


domingo, 13 de marzo de 2016

Luis. El divino. El histérico

Luis sí fue un tema aparte. La vio entre la multitud, la hizo visible. Le prestó atención. A ella, que no era más que la chica del box 137. Le buscó, le habló, la conoció. Buscó los espacios para acercarse, cuando ella era una especie de pollito mojado que tenía vergüenza de hasta decir buen día, que caminaba mirando hacia abajo (cosa que aparte; ama hacer).
Nadie sabe qué vio. Nunca lo entendió. El chico más fachero del trabajo (y el más histérico y mujeriego), se acercaba. Y encima con toda una técnica. Nada de encare barato. La compró por donde más le gustaba. Por el intelecto, por las charlas, por el interés. Por saber quién era, qué pensaba, por qué ella se sentaba en canastitas, por qué no hablaba con nadie... Pensemos que cuando una se cree medio invisible, y siente que nadie se queda a tu lado, y aparece uno que tira un par de datos que ni vos sabés de vos misma, caés medio rendida. Y esa materia, el de hacer caer rendido a medio plantel femenino del trabajo; la tenía aprobadísima con diez felicitado y estrellita.
Al cabo de unas charlas vía facebook; una par de sonrisas en los pasillos de trabajo, ella estaba rendida a sus pies. Pero iba y venía. Bah, iba. Charlas hasta las 4 am; sonrisas y mensajes vía chat laboral, alguna complicidad a la hora del almuerzo, nada más.
El día a día fuera de las paredes de la empresa no existía. No había charla cotidiana, ni muchas cenas compartidas, ni los cafés de los domingos a la mañana; ni nada.
Pero esa histeria la atrapaba. Sus cumplidos, su atención. Eso. Eso era lo que lo hacía valioso. Realmente en un panóptico faucaultiano, alguien lograba verla Y describirla.. Y abrazarle el alma en dos segundos.
Y ahí, esperaba esos abrazos tan sanadores y se preguntaba por qué su interés no se materializaba en una cotidianidad normal de gente joven.
Y no, no lo logró. Eligió a otra (del trabajo casualmente). Y era entendible... parte de lo que ella creía de sí se hacía visible: “qué pensabas, que el adonis de la empresa, inteligente, rubio, ojos claros como el mar, genio de los sistemas, amante del vino, buena música, y cine... se iba a fijar en vos?”.
Sabe también que cuando piensa en ella aún sonríe entre deseando algo y recordando buenas charlas con tinto de por medio. Pero no eligió. Y ella en el fondo tampoco a él. Lo soltó bastante antes de que él se enterara, para amortiguar la caída.
Porque se daba cuenta que el juego no divertía. Tampoco ella quería ganarse a nadie. No tenía fuerzas. Necesitaba que la quieran. Para inestable ya había alguien en su cama de una plaza. Y hoy lo ve con cariño, hablan y le saca una sonrisa, pero así, de lejos.
Cerca...cerca es otra cosa que él no iba a dar. Y la verdad ella necesitaba sentirse especial. No una más.
No señora... ella no es la heroína que la pelea hasta el final. Rapidito (y hasta antes) reconoce la derrota y se va silbando bajito y comiéndose los mocos.