martes, 14 de febrero de 2017

Sex And The City

Escena uno. Carrie Bradshaw sentada frente a su ordenador,  con musculosa blanca, mirando por la ventana, fumando y tomando café; sufriendo en el fondo, los avatares del amor, y de sus otras yerbas.
Cualquier parecido a la realidad; es mera coincidencia.
Cuando una relación amorosa no funciona, o una cita se convierte en un completo desastre; cuando nuestra vida se basa en historias limitadas de tiempo y de sentimientos, quienes escribimos; alguna vez nos sentimos Carrie Bradshaw sentadas en frente a nuestra notebook, teorizando sobre Sexo y la Ciudad; sobre el Amor y sus otras yerbas.
De qué depende? El amor, las relaciones, las continuidades; cómo se hace?
Y se teoriza en forma de pregunta. Porque cuando se tiene la experiencia suficiente para poder escribir las columnas de Carrie, es porque el juntos para siempre no ha funcionado tan bien. Puede que exista un Mr. Big por ahí, ¡who knows!. Mientras tanto; los sucesos son dignos de una columna del  The New York Observer.

Por qué cuando es víspera de San Valentín y todo el mundo se está amando (a veces más de lo real), quienes miramos la escena desde afuera nos preguntamos por qué cuesta tanto. 
Será que buscamos tanto el príncipe azul, o del color que sea, que nos la pasamos besando sapos esperando que se conviertan. Será que ponemos demasiadas expectativas en quienes no debemos, y nos olvidamos de divertirnos y pasamos ese proceso de pocos encuentros, imaginando un amor de novela, que nos duele reconocer que no es.
Será que decimos que deseamos tanto ser queridos, que nos creemos que es así, y tal vez en el fondo no lo deseamos tanto. Así  es que cada vez que alguien se acerca con ganas de abrazarnos un poco más; hacemos lo posible para defraudarle.
Será que en silencio tenemos el alma tan rota que no damos un centímetro de ventaja a quien pueda hacernos acordar de ese dolor, o quien osadamente, puede romper lo que de a poco se fue sanando.
Será que odiamos los mandatos del mundo moderno de la familia e hijos antes de los 30, pero en el fondo nos odiamos a nosotros mismos, porque no llegamos a cumplirlos.
Será que vivimos en un eterno casting, haciéndole pruebas al resto para saber si nos merecen, y no sabemos si nosotros mismos merecemos un amor, que en soledad; tal vez no nos podemos dar.
Será que teorizamos, pensamos e imaginamos el amor, y las relaciones que nos olvidamos de vivirlas y sentirlas. Nos olvidamos de que nos tomen por sorpresa, nos olvidamos de dar lugar a que suceda. Nos olvidamos hasta de amarnos. Y esperamos que alguien lo haga desde afuera.
Será que a una determinada edad, cual Carrie, Miranda, Samantha y Charlotte no es tan común enamorarse perdidamente, ni encontrar personas que busquen lo mismo, ni dejarse querer a uno, ni permitirse querer a otro.
Será que las mujeres de más de 30; independientes, viajeras, trabajadoras y cuestionadoras, y hasta ambiciosas, hacen más complicado ese encuentro? Porque se cuestionan, cuestionan al otro, no se conforman. Y probablemente vengan con una mochila bastante pesada de amores perdidos en el camino.
Será que siendo adolescente es más fácil intentar y probar con desparpajo, y a medida que el tiempo pasa nos ponemos más exigentes, cuidadosos, y hasta miedosos.
Será que el amor, y las relaciones en realidad son simples, y que existe un final feliz como el de Carrie y Mr. Big… y que como dicen muchos, para encontrar al príncipe, inevitablemente hay que besas unos cuantos sapos.
Cuando todos parecen amarse alrededor, muchos nos preguntamos  por qué para algunos es tan complicado. Si en el mundo todos buscamos querer y que nos quieran. “Si somos solitos buscando los pedazos. Si somos mosquitas buscando algún abrazo”, como dice una canción.
Y no está mal escribirlo al mundo. No está mal decirlo: queremos que nos quieran. Queremos amor. Somos personas que buscamos “amor, el verdadero, ridículo, inoportuno insaciable y sin el que no podamos vivir”.

Tal vez la complicación está en la búsqueda. Tal vez alguna vez tenemos que dejar que sólo nos encuentren; sin buscar, como aquel final de Carrie en París. 

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