Escena uno. Carrie Bradshaw sentada frente a su ordenador, con musculosa blanca, mirando por la ventana,
fumando y tomando café; sufriendo en el fondo, los avatares del amor, y de sus
otras yerbas.
Cualquier parecido a la realidad; es mera coincidencia.
Cuando una relación amorosa no funciona, o una cita se
convierte en un completo desastre; cuando nuestra vida se basa en historias
limitadas de tiempo y de sentimientos, quienes escribimos; alguna vez nos
sentimos Carrie Bradshaw sentadas en frente a nuestra notebook, teorizando
sobre Sexo y la Ciudad; sobre el Amor y sus otras yerbas.
De qué depende? El amor, las relaciones, las continuidades; cómo
se hace?
Y se teoriza en forma de pregunta. Porque cuando se tiene la
experiencia suficiente para poder escribir las columnas de Carrie, es porque el
juntos para siempre no ha funcionado tan bien. Puede que exista un Mr. Big por
ahí, ¡who knows!. Mientras tanto; los sucesos son dignos de una columna del The
New York Observer.
Por qué cuando es víspera de San Valentín y todo el mundo se
está amando (a veces más de lo real), quienes miramos la escena desde afuera nos
preguntamos por qué cuesta tanto.
Será que buscamos tanto el príncipe azul, o del color que
sea, que nos la pasamos besando sapos esperando que se conviertan. Será que
ponemos demasiadas expectativas en quienes no debemos, y nos olvidamos de
divertirnos y pasamos ese proceso de pocos encuentros, imaginando un amor de novela,
que nos duele reconocer que no es.
Será que decimos que deseamos tanto ser queridos, que nos
creemos que es así, y tal vez en el fondo no lo deseamos tanto. Así es que cada vez que alguien se acerca con
ganas de abrazarnos un poco más; hacemos lo posible para defraudarle.
Será que en silencio tenemos el alma tan rota que no damos
un centímetro de ventaja a quien pueda hacernos acordar de ese dolor, o quien
osadamente, puede romper lo que de a poco se fue sanando.
Será que odiamos los mandatos del mundo moderno de la
familia e hijos antes de los 30, pero en el fondo nos odiamos a nosotros
mismos, porque no llegamos a cumplirlos.
Será que vivimos en un eterno casting, haciéndole pruebas al
resto para saber si nos merecen, y no sabemos si nosotros mismos merecemos un
amor, que en soledad; tal vez no nos podemos dar.
Será que teorizamos, pensamos e imaginamos el amor, y las
relaciones que nos olvidamos de vivirlas y sentirlas. Nos olvidamos de que nos
tomen por sorpresa, nos olvidamos de dar lugar a que suceda. Nos olvidamos
hasta de amarnos. Y esperamos que alguien lo haga desde afuera.
Será que a una determinada edad, cual Carrie, Miranda, Samantha
y Charlotte no es tan común enamorarse perdidamente, ni encontrar personas que
busquen lo mismo, ni dejarse querer a uno, ni permitirse querer a otro.
Será que las mujeres de más de 30; independientes, viajeras,
trabajadoras y cuestionadoras, y hasta ambiciosas, hacen más complicado ese encuentro?
Porque se cuestionan, cuestionan al otro, no se conforman. Y probablemente
vengan con una mochila bastante pesada de amores perdidos en el camino.
Será que siendo adolescente es más fácil intentar y probar
con desparpajo, y a medida que el tiempo pasa nos ponemos más exigentes,
cuidadosos, y hasta miedosos.
Será que el amor, y las relaciones en realidad son simples,
y que existe un final feliz como el de Carrie y Mr. Big… y que como dicen
muchos, para encontrar al príncipe, inevitablemente hay que besas unos cuantos
sapos.
Cuando todos parecen amarse alrededor, muchos nos preguntamos por qué para algunos es tan complicado. Si en
el mundo todos buscamos querer y que nos quieran. “Si somos solitos buscando
los pedazos. Si somos mosquitas buscando algún abrazo”, como dice una
canción.
Y no está mal escribirlo al mundo. No está mal decirlo:
queremos que nos quieran. Queremos amor. Somos personas que buscamos “amor, el
verdadero, ridículo, inoportuno insaciable y sin el que no podamos vivir”.
Tal vez la complicación está en la búsqueda. Tal vez alguna
vez tenemos que dejar que sólo nos encuentren; sin buscar, como aquel final de
Carrie en París.
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