Una madrugada fría. Un no sé. Dos palabras. Una expresión. Lágrimas. Dolor. Un par de ojitos chiquitos tristes. Que no entendían nada. Y que jamás entendieron. Madrugadas que se llenaron de preguntas. Letras que fueron por ahí. Signos que no armaron nunca nada. Respuestas que jamás llegaron. Ojos que guardaron esa expresión por mucho tiempo. Esas dos palabras. Esa primera que genera dolor, y esa terrible segunda que genera confusión. Un no sé que nunca se cambió por saber. Ni por un sí. ¿Qué hacer con un no, y un montón de cosas por escuchar? A esos ojitos no se lo preguntes, evidentemente no pudieron hacer mucho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario